EDUCAR EN VALORES CON EL EJEMPLO
PARA MARCAR LA DIFERENCIA
Gonzalo Arboleda Palacio
Presidente Fundación Colombia Excelente
Las múltiples y diversas solicitudes que la sociedad hace permanentemente a la escuela, el colegio, la universidad, han llevado a adoptar currículos sobre cargados y a menudo desarticulados, diseñados para la generalidad, que peligrosamente conllevan a las medianías o a la mediocridad.
Los educadores pensamos en la necesidad de enfocarnos en los temas medulares necesarios para formar ciudadanos para un mundo cambiante y desbordado, un mundo liquido como el de hoy y del futuro. Este mundo nuevo es y será más impredecible e inabordable desde el ahora y bajo la conceptualización e instrumentación disponibles hoy.
Los temas medulares para educar las nuevas generaciones para el mundo post moderno siguen siendo la ética y la moral, como bien lo entendieron y lo explicaron los educadores y pensadores clásicos. Educadores clásicos, modernos y postmodernos continuamos pensando que la educación de alta calidad, la educación excelente es aquella que forma seres felices, con competencias integrales para vivir una vida digna en el contexto de la comunidad global generada por el desarrollo de la ciencia y de la tecnología cada vez más desarrolladas.
Un colegio, una institución educativa a cualquier nivel ha de formar a sus estudiantes no solo para desempeñarse en el lugar en donde están localizados hoy, sino que deben formarlos para hacerlo en el mundo entero. El colegio no debe trabajar para el aquí y el ahora sino para el allá y el después. Es responsabilidad del colegio formar ciudadanos universales con la voluntad y la capacidad de velar por la conservación del medio ambiente, de respetarse a sí mismos y a los demás, de ser eficaces y eficientes en la creación de valor y confianza para el desarrollo social y económico.
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La humanidad se encuentra ahora en la era del conocimiento, en la era de la inteligencia, en la era del ser. Por eso, las instituciones educativas tienen que responder a las demandas del entorno y a las cambiantes necesidades y expectativas de los estudiantes y demás grupos de interés, a fin de cumplir con la promesa de valor ofrecida de formar ahora a los ciudadanos que se desempeñarán en el futuro, dentro diez, quince o más años y que deberán tener bases sólidas en competencias técnicas, científicas, sociales, comunicativas y de convivencia para el actuar en el mundo global, en la aldea universal, en términos de Mc. Luhan.
En esta era de ser, la sociedad y los educadores tenemos que resolver las tensiones, e interpretar las fuerzas que inducen a la acción con alcances que van de lo mundial a lo local, de lo singular a lo universal, de lo tradicional a la modernidad y la post modernidad, del corto plazo al largo plazo, de la competencia a la colaboración, de lo material a lo espiritual, siguiendo a Jaques Delors.
La vocación y la acción del educador debe ir en consonancia e interpretando constantemente esas tensiones y fuerzas a fin de sacar lo mejor de ellas y ponerlas al servicio de la educación. Por eso, el educador tiene que ser un agente de cambio para sí, sus alumnos y la sociedad. Pablo freire uno de los autores más reconocidos por nosotros los educadores decía que el maestro debe vivir y fomentar el bien. Debe vivir y fomentar los buenos valores y costumbres. Debe ser un ejemplo para seguir. La educación orienta hacia el bien y el maestro es un ser de bien.
La gran tarea en donde se debe enfocar la escuela es en la solidificación de los principios éticos y morales en los estudiantes para que cuando estos lleguen a ejercer su vida plena en la sociedad sigan, autónomamente, en la búsqueda del bien, la virtud, la justicia, la paz, la convivencia para lograr el bienestar y la felicidad individual y colectiva en un planeta recuperado.
La familia y la escuela tendrán, entonces, que inculcar los valores de primer orden como: el amor, la paz, la libertad, el respeto, la justicia, la verdad, la caridad, la bondad, la empatía, la lealtad, el respeto por la naturaleza.
Esas dos instituciones tendrán, además, que trabajar los valores de segundo orden como: la actitud del cambio, la apertura mental, la autonomía. La cooperación, el emprendimiento, el trabajo en equipo, la responsabilidad, la transparencia, la flexibilidad, la diligencia, la disciplina.
Estos valores de primero y segundo orden deberán trabajarse y medirse para observar los comportamientos y conductas generados.
Un colegio excelente es aquel que hace muy bien todo lo que tiene que hacer, agregando el máximo de valor a sus estudiantes, los padres de familia, la sociedad y los demás grupos de interés y esto ocurre cuando el colegio centra toda su acción educadora en las personas, los estudiantes en el centro de dicha acción, tanto y principalmente en lo actitudinal y valórico. Lo disciplinar viene en forma natural con la orientación del maestro y el uso apropiado de la tecnología.
Uno de los principios de la excelencia es agregar valor a los clientes. En el caso de la escuela, agregar valor a los estudiantes. Ahora, el valor más alto, el más estimable, el más digno que como maestros debemos aportar a nuestros alumnos es principios éticos y morales, valores humanos para su formación y desarrollo como personas honorables, personas de bien y al mismo tiempo darles la formación académica requerida para que los alumnos como personas de calidad integral se conviertan en profesionales para transformar la sociedad.
Los lineamientos anteriores son elementos fundantes de una educación que se oriente a transformar la sociedad a través de personas integras y capaces para hacer el bien en todas las circunstancias.
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